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Piqué, el rompetarimas del Barça

Si todavía estuviera en edad escolar, seguro que a Piqué le dirían los compañeros de clase antes de la entrada del profesor de Matemáticas: "Gerard, tírale tú la goma de borrar. Tú eres el más simpático y el más grande. Te queremos". Él se siente el gracioso de la clase y se nota. Si le meten 5-0 al Madrid en el Camp Nou, se pone a saludar a la grada con su manita bien alta para que sus compañeros del Madrid (y de la Selección) lo vean y se sientan más humillados tras la goleada. Si rompe su silencio hace tres años cuando el Madrid de Mourinho y Cristiano les iba a quitar con justicia y grandeza la Liga de los récords, sale diciendo en las portadas de los diarios deportivos de Barcelona que ya se sabe que históricamente los árbitros se equivocan a favor del Madrid. Si ganamos el Mundial, escupe a un directivo de la Federación en el autobús de los campeones (¡vaya ejemplo para los niños!). Además, le hemos visto hacer bailar al Camp Nou al grito de “boti, boti, boti, madridista el que no boti…”. Y si ganan el triplete (se les felicita, la vida sigue...), para no romper con su papel de tío majo y guay del Paraguay, se acuerda de Kevin Roldán y dice algo así como "gracias majete, porque contigo empezó todo".

Que todo eso lo hiciera un fisioterapeuta con ganas de ascender en la escala social del vestuario o un delegado de campo que fuera del perfil de Cristóbal Soria cuando estaba en el Sevilla, hasta se entendería como parte del personaje. Pero el problema es que lo dice Piqué, uno de los pesos pesados del Barça... y de la Selección. No puede ser que hace años saltasen todas las alarmas cuando Mou tensó la cuerda demasiado para lograr enfrentar a los internacionales del Madrid y del Barça (hasta el punto de poner en peligro a aquella selección hegemónica e irrepetible) y que ahora nos parezca una cuestión baladí que Piqué se mofe de los que ahora serán estos días sus compañeros de entrenamiento y de campo defendiendo el futuro del fútbol español en la Eurocopa. Ello incluirá, tanto en León como en Bielorrusia, escuchar ese himno nacional que hace dos semanas fue abucheado fieramente en Barcelona sin que haya escuchado aún a Piqué decir que eso está feo y que supone una falta de respeto para el sentimiento compartido de millones de personas.

Piqué tiene que madurar ya y olvidarse de ese papel de niño travieso que siempre da la nota en la fiesta para que todo el mundo te dé palmaditas al final diciendo qué estupendo eres. Piqué debe un respeto a sus compañeros de profesión, que el año pasado le dieron una lección guardando las formas y la compostura en la celebración de la Décima. Los jugadores del Madrid cantaron su precioso himno de la Décima y nadie se burló del Barça, hundido en su triste año en blanco. Nadie se acordó de la multa astronómica de Hacienda a Messi, de los problemas de Rosell y Bartomeu con la ley a costa del fichaje interminable de Neymar o de la salida por la puerta de atrás de Víctor Valdés, muy alejada de la que ha tenido Xavi este año. En la vida, se mide la grandeza de los individuos por saber estar en los días de vino y rosas. Si sabes ganar, seguro que sabes perder. Pero Piqué tiene suerte. Los madridistas son unos señores. Y callan. Algunos, hasta ponen la otra mejilla. Así nos va.