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Jack Warner, entre Robin Hood y el pirata Morgan

Jack Austin Warner (Río Claro, 1943) fue presidente de la CONCACAF (Norteamérica, Centroamérica y Caribe) y vicepresidente de la FIFA. En EE UU le llaman tío Jack y en Trinidad y Tobago, Robin Hood. Lo de tío Jack es reciente. Le viene desde 2006. Aprovechando su posición en la FIFA se lucró revendiendo entradas para el Mundial de Alemania. Cómo sería la cosa que la FIFA (¡qué les voy a contar!) reconoció el destrozo después de que fuera revelado por el programa ‘Panorama’, de la BBC. Blatter le ordenó a Warner que, a través del negocio de su familia, la agencia de viajes Simpaul Travel, donase a los pobres un millón de dólares para “compensar por los beneficios obtenidos a través de la reventa de las entradas del Mundial”.

El segundo apodo, Robin Hood, le viene a resultas del primero. Será hábil Warner que ese millón de multa lo convirtió en dos de ventaja. Lo distribuyó entre la gente necesitada de Puerto España sin dar más explicaciones sobre su repentina generosidad. Y le tomaron por un ser magnánimo. Aprovechando ese impulso fundó el Partido Liberal Caribeño y acabó de ministro de Seguridad. Hace tres días, pese a estar entre “los más buscados” de Interpol, apareció en televisión para decir que estaba dispuesto “a tirar de la manta, aunque mi vida corra serio peligro por ello”. Jack Warner, que fue maestro de escuela, no tiene más amores que sus dos perros y sus cuatro hermanos. También le tenía aprecio a Chuck Blazer, el topo del FBI. Pero ahora ya no tanto. Motivos tiene. Estados Unidos, basándose en las pruebas del infiltrado, le acusa de chantaje, fraude, blanqueo y asociación para delinquir.

Además, le investiga por pedirle siete millones al exministro de Deportes de Egipto Adei Helal a cambio de siete votos para organizar el Mundial 2010. Ese Mundial acabó en Sudáfrica Y hay otros diez millones bailando que pasaron por los dominios de Warner, en concreto por los Supermercados JTA, en Trinidad y Tobago. Fue justo después de que Jack Warner consiguiera hacerse un selfie con Nelson Mandela.

En el Caribe no se conoce historia igual desde Francis Drake o Henry Morgan, que fondeaban en Puerto España entre un abordaje y otro.