Nicolás Leoz, padrino de la FIFA Nostra
Nicolás Leoz Almirón (Pirizal, 1928) fue el capo de la Confederación Sudamericana de Fútbol durante 41 años, catorce como vicepresidente y desde 1986 hasta 2013, como presidente ejecutivo. En su país, Paraguay, dicen que tenía más poder que el propio gobierno, y debe ser verdad cuando consiguió la inviolabilidad de la sede de la CONMEBOL, levantada en Luque, a doce kilómetros de la capital, Asunción. La ley databa de 1997 y le confería a los edificios de la CONMEBOL el mismo estatus de una embajada. Tenía las prerrogativas de las oficinas de la ONU en Paraguay. Gozaban de inmunidad contra allanamiento, redada, expropiación y contra toda otra forma de interferencia, ya fuera de carácter ejecutivo, administrativo, judicial o legislativo. Era como un Estado dentro de otro Estado. Era, porque ayer, a instancias del presidente del país, Horacio Manuel Cartes, esa inviolabilidad fue derogada en el Parlamento con 68 votos a favor... ¡y 12 en contra!
Fue Leoz el que consiguió el estatus Vaticano para la CONMEBOL, de la que ahora es director general Gorka Villar, hijo del presidente de la FEF, Ángel Villar. No le fichó Leoz, sino su delfín, el actual presidente de la CONMEBOL, Juan Angel Napout, quien es investigado por la viceministra de Hacienda de Paraguay, Marta González. Leoz, como Villar, tiene hijos. Dos mujeres de su primer matrimonio y dos varones de su segunda esposa, una miss colombiana, María Clemencia Pérez, con firma en el Banco do Brasil, entidad que escudriña la fiscal Loretta Lynch.
Leoz, que fue profesor de historia, pasante, jurista y empresario del aluminio, la construcción y la industria ganadera, quería que sus dos hijos varones, Josué y Mateo, metieran cabeza en el fútbol desde infantes. A Villar, de quien presume ser amigo íntimo, le habló maravillas de Josué, que quería ser árbitro. Pero había un problemilla: Josué es daltónico. Aún así consiguió que hiciera sus pinitos con el silbato.
Ahora, derogada la inviolabilidad de la CONMEBOL, el FBI se agolpa a las puertas del edificio de Luque mientras dentro echan humo las trituradoras de papel. Leoz, en arresto domiciliario, espera en su hacienda podando geranios. Tiene 86 años.