Oriol Serviá, otra forma de ser piloto
Hoy se disputa una nueva edición de una de esas carreras legendarias, evocadoras: las 500 Millas de Indianápolis. Y en ella, por novena vez, estará Oriol Serviá. El piloto catalán sigue buscando cumplir su ambición de ganar esta competición única, aunque ahora se encuentre más centrado en el proyecto de su equipo en la Fórmula E. A sus cuarenta años es ya un veterano del automovilismo estadounidense (aunque allí las trayectorias deportivas pueden ser realmente extensas) y con el mérito de haber sido capaz de ganarse la vida haciendo lo que le apasionaba pero eligiendo un camino paralelo al de la mayoría de los pilotos españoles de su generación. Todo un acierto porque ha demostrado (en un caso con algunas similitudes al de Antonio García) que puede haber vida más allá de la Fórmula 1.
Siendo hijo de un piloto de la categoría de Salvador, seguramente Oriol estaba predestinado a dedicarse al automovilismo y ha conseguido hacerlo mientras otros muchos han fracasado en el intento. Lleva ya más de quince años en Estados Unidos, llegó allí en 1998, y en cierta medida ha cumplido su sueño americano. Ser profesional del automovilismo nunca es fácil, tampoco al otro lado del Atlántico, pero su talento le ha permitido desarrollar allí su carrera hasta alcanzar un prestigio merecido. Hoy tendrá una nueva oportunidad de culminarla con esa guinda que sería un triunfo en Indianápolis, donde un cuarto puesto en 2012 es su mejor resultado. Difícil alcanzarlo, claro está, pero ya el hecho de tener la oportunidad de intentarlo es algo por lo que puede felicitarse.