“Salid y haced lo de siempre”
En el pasillo del Parque de los Príncipes fueron diciendo nuestros nombres y salimos uno a uno. Ahí el estómago gira como una lavadora, luego se pasa. En la primera parte notamos que era una final. Después fue lo de siempre. En aquel equipo defendían tres y la tocábamos todos, pero si había que rascar, se rascaba. Jugábamos de memoria, como amigos. Y lo éramos de verdad. Recuerdo que la última consigna de Víctor fue: “Salid y haced lo de siempre. Hacedlo por la gente”.
Han pasado veinte años, pero veo cada jugada de la final: la patada de Hartson y cuando me bajé de la camilla para decirle que él no me iba a echar del partido, las carreras de Schwartz, la que sacó Belsué en la raya, aquel balón al palo que quedó entre las piernas de Seaman. Esnáider hizo un círculo con las manos y le dijo: “Así de grande tenés el culo, boludo”. Tras el gol corrí por la banda buscando a los míos y a Terry Venables. Él me había dado la primera oportunidad en el Tottenham. Belsué me besó en los morros y luego quedé bajo los cuerpos de mis compañeros. Fue el delirio.
No hay un día de mi vida que no me recuerden ese gol. Yo tuve la suerte de marcarlo, pero fue el gol de todo el Zaragoza, de toda su afición. Antes del partido ya avisé a mis compañeros de que Seaman se adelantaba mucho y me llegó la oportunidad en el último momento. De niño ya metí un par de goles así en Ceuta. Es fácil, si sabes hacerlo. Es difícil coger puerta, pero la técnica es simple: le pegas con el exterior, muy afuera, y el balón hace eso: arriba y abajo. Palabra.