Pep, de socio culé a pesadilla

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Llegó el gran día de Pep Guardiola. Solo bastaba con mirarle a la cara ayer por la tarde durante su vuelta a la sala de prensa del Camp Nou para saber lo que sentía al volver a casa. Sus ojos lo decían todo. Emoción, recuerdos, pero a la misma vez compromiso con el escudo que viene a defender ahora; el de los rombos blanquiazules, el del Bayern Múnich. Pep fue rotundo: “Vengo a ganar”, dijo el míster del conjunto bávaro. En alemán. Y no dudó en repetirlo una vez más para que quedase claro. Los amigos y los homenajes están para antes del pitido inicial, pero en cuanto eche a rodar el esférico, Guardiola dejará de ser el socio del Barça durante poco más que 90 minutos para convertirse en su peor pesadilla. Y él sabe perfectamente que tiene todas las papeletas para hacerlo. Veremos.
Además de enfrentarse a un equipo que él construyó en su tiempo, al Bayern le gusta mucho esto de no partir como favorito. Siempre le supuso una motivación extra a los muniqueses, y si no recuerden la vuelta en cuartos frente al Oporto en la que todos daban ya por muerto al campeón alemán. Pero el Bayern no se rinde, y menos cuando tiene en juego el pase a una finalísima de la Champions que se disputa a lado de casa. Ojo: el Barça llega en un momento estelar y quizá presuma de la mejor delantera y del mejor jugador del mundo, pero al Bayern lo entrena el que lo llevó a ser el mejor del mundo. Y la bestia, cuando más herida, más peligrosa y asesina.



