Vuelta a España: a por otros 80

La Vuelta a España ha cumplido 80 años. ¡Felicidades! Larga vida a esta carrera que se encuentra en plenitud y que tanto tiene aún por hacer. Por ejemplo: llegar a Girona, única ciudad peninsular que falta en la Vuelta. O coronar en una misma edición los colosales Angliru, Cuitu Negru, Bola del Mundo y, de paso, Ézaro y La Camperona. O subir al Veleta, por donde transita la carretera más alta de Europa, por encima de los 3.300 metros. La Vuelta se ha revitalizado gracias a la imaginación de su director, Javier Guillén, buscando salidas originales, cimas inéditas y, sobre todo, etapas donde la carrera se pudiera poner en juego cada día. Ha conseguido que el ciclismo parezca un deporte inventado para ser televisado.

El ciclismo ha evolucionado, y con él, las grandes Vueltas. O al revés: las grandes Vueltas han evolucionado, y con ellas, el ciclismo. Ya no hay etapas de más de 300 kilómetros, sino incluso de la mitad para que la lucha sea de principio a fin. Ya no se enlazan etapas de ciudad en ciudad, sino que saltan en función del interés que se busca en el recorrido. Ya los chavales no ganan con chapas lastradas con brea para correr más, sino que lo hacen on-line por los móviles. Pero la esencia del ciclismo sigue ahí: son sus protagonistas. Son Bernardo Ruiz, Bahamontes y tantos que escribieron la historia. Los mismos que lo hicieron en tiempos más recientes. Precisamente a los que ayer se echó en falta. Unos, escondidos; otros, ausentes. Ellos sabrán.