Gárate fue un jugador único
Don José Eulogio Gárate no es sólo mi nueve del Atlético sino también del fútbol español. Me hice mayor deleitándome con sus goles en el Calderón, con sus genialidades por la banda izquierda y disfrutando con esas contras que con Ufarte y Luis machacaban a cualquier rival. Era la base de la máquina de Marcel Domingo, que es donde tengo colocado mi listón de exigencias rojiblancas. Nunca he visto jugar igual de bien a ningún equipo rojiblanco y la pena es que Gárate no consiguió el título en Bruselas, pues hubiera estado en la lucha por ser el mejor jugador del fútbol europeo.
Además, era el rey de la deportividad. Ni un mal gesto ni un enfrentamiento con el defensa que le marcaba. Sus partidos eran una auténtica lección de caballerosidad. No me extraña que Gil Marín, en su día, le quisiera tener como el embajador atlético. Pero Gárate siempre quiere quedar en un segundo plano. Como cuando guardó la fila para recoger las entradas de Lisboa entre todos los aficionados rojiblancos. Sigue siendo santo y seña de mis mejores sueños peloteros y eso que en este equipo, nueves de lujo hemos tenido para dar y tomar.