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La huella imborrable de un ídolo

La historia del Eibar, ahora que enfila hacia los cielos de los clubes centenarios, cuenta con la humildad como bandera. Pero también el orgullo. El de un pueblo pequeño de trabajadores que cada 15 días llenaba esa caja de zapatos mítica que es Ipurua. Y el honor de haber recibido a jugadores como Xabi Alonso y Silva. Pero por encima de todos, José Eulogio Gárate. Hijo de españoles que emigraron a Argentina en una época muy dura, su familia, de regreso a España, decidió echar raíces en Euskadi. Los Gárate se afincaron en Eibar y matricularon al chaval en Las Mercedarias. Fue el origen de la leyenda.

Empezó en los juveniles. Más tarde, mientras estudiaba ingeniería en Bilbao, el Indauchu, de categoría amateur, se llevó al elegante goleador. Era hincha del Athletic pero no entraba en la filosofía. Su huella en Eibar era ya imborrable. Por eso la afición lo eligió en el once ideal y la comisión del 75 aniversario también lo incluyó en el equipo más notable. Sólo figuran en ambos él y Javier Olaizola. Dos ídolos.