Dunga y la ruina de Brasil
Los números de Dunga tras su regreso son incuestionables: siete partidos y siete victorias. El excapitán del Tetra tiene el mérito de haber recuperado una plantilla hundida tras el 7-1 ante Alemania. Montó un equipo a la europea, eficiente y moderno, donde la base es la solidez defensiva y la velocidad en el transición, con Neymar como referencia. Tras la victoria contundente en Francia, Brasil vuelve a meter miedo. El problema es que la selección brasileña cada vez recuerda menos lo que un día fue el fútbol brasileño. Ya no disfruta de su fútbol. Los jugones que bailaban samba con una sonrisa sobre el césped dieron lugar a obreros con ritmo y disciplina soviética, que cumplen sus labores tácticas.
Neymar es el único capaz de producir la magia en un bloque mourinhista. Brasil ganó sus dos últimos Mundiales así. Pero resulta que el encanto que hay por la canarinha no es por sus trofeos. Es por su forma de jugar. Por la fantasía que inmortalizaron campeones como Pelé, Tostão y Garrincha, pero también genios como Zico, Sócrates o Falcão, que nunca ganaron un Mundial pero hicieron historia con la selección de 1982 en España. Brasil vive una crisis de identidad que continuará empeorando a la sombra de las victorias de una canarinha banal. Que deja de ser un icono y una pasión para ser un buen equipo, como todos los demás.