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Los técnicos no son sólo gestores

Los entrenadores han sido determinantes en la vida deportiva de Juan Corbalán y, por consiguiente, en su vida en general. Su entrenador colegial tomó la decisión de recomendarlo al segundo entrenador del Real Madrid y éste tomó la de recomendarlo al del primer equipo quien, a su vez, tomó la decisión de aceptarlo. También el seleccionador tomó la decisión de seleccionarlo. Y fue el entrenador de turno el que decidió que su carrera deportiva había finalizado. Y Juan aceptó estas decisiones voluntariamente utilizando su libre albedrío.

Su vida deportiva pudo haber sido otra muy diferente si su primer entrenador lo hubiera ofrecido a otro cualquiera. Por supuesto, más allá del Real Madrid también hay vida, pero es otra vida. Lo cierto es que las decisiones de sus respectivos entrenadores conformaron la suya. En el baloncesto español, el técnico es quien decide los fichajes o, por lo menos, los autoriza. Es cierto que los jugadores son los que ganan —o pierden— los partidos, pero los entrenadores influyen mucho, tanto en las victorias como en las derrotas. Sus decisiones en momentos cruciales deciden en un sentido u otro el resultado final. Hoy sería inconcebible un equipo formado únicamente por jugadores, probablemente un caos.

Cuando Juan Corbalán fichó por el Real Madrid, entró en un mundo ordenado donde el entrenador era la máxima autoridad con poderes absolutos en su labor. Y ésta no se limitaba sólo a entrenar, sino a respetar y hacer respetar los principios y valores del club; en imbuir en los jugadores una autodisciplina, un compañerismo y un estilo de comportamiento del que él precisamente fue un ejemplo. Muy a menudo ejerce de psicólogo moldeando caracteres. Y también contribuye a fomentar una ambición y una sed de triunfo permanente e inagotable. En muchas ocasiones, los equipos son el fiel reflejo de la personalidad del entrenador.

Y Juan Corbalán, uno de los más grandes jugadores que ha dado el baloncesto español, ascendió, basado en su inmensa clase, peldaño a peldaño, los escalones de la gloria que sus entrenadores decidieron señalarle. Por eso, es sorprendente que Juan Corbalán estime que el entrenador no es más que un mero gestor.