NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

La Vitamina X

Desorden. El Barça fue desordenado en exceso, como si ya hubiera ganado el paraíso; y el Villarreal no goleó porque Ter Stegen es bueno, porque Piqué está en forma y porque Dios es grande. Ese desorden barcelonista es como un virus que reaparece cuando todo parece ganado y el equipo azulgrana empieza a jugar de broma, como si no existieran los contrarios. Cuando el partido se puso más bravo, los azulgrana, ayer de rosa o de rojo, en la tele se ve fatal ese color, se encomendaron a Dios, precisamente, pero como Dios no debe ocuparse de sustituciones, Luis Enrique llamó a Xavi.

El medio. Xavi es mucho más que un futbolista de campo; desde el graderío, o desde su casa, con un mando a distancia, él sería capaz de dibujar de memoria lo que tiene que hacer el Barça para recuperar el orden y la cordura. Anoche demostró otra vez que es la Vitamina X del equipo; ya con un pie (parece) en Nueva York (desde donde podría seguir dirigiendo al Barça, como llevo dicho) el veterano más especial del Barça de los últimos tiempos demostró que para que nazca otro como él hacen falta algunas generaciones de Masía.

El delantero. El Barça recuperó a Xavi del ostracismo para darle otro color, y otra textura, al traje raído de la primera parte. Y recurrió a su arma más letal en este momento, a Luis Suárez, para asegurarse el cambio de tercio. Este Barça ahora tiene los reflejos necesarios para buscar en los suyos los recursos precisos para adormecer el miedo, que ha sido una circunstancia muy usual en el juego azulgrana: el 1-1, antes de que se incorporara Xavi, atenazó a los futbolistas en las distintas líneas, pues este equipo enorme y amarillo se dispuso a ponerle los tobillos en la garganta. Y se los puso. El único que no se arredró, en lo más alto de la alineación, fue Luis Suárez, que siempre fue un peligro. Marcos López lo dijo anoche: su segundo gol fue un gol de delantero centro. Para eso vino, para que lo fuera. En el campo hubo dos rasgos de sensatez barcelonista: la rabia de Luis Suárez y la capacidad de crear serenidad de Xavi.

El medio volante. Ha nacido un medio volante: Lionel Messi. ¿Por qué decidió adoptar esa posición en los partidos? Como en la vida misma, en el fútbol se producen mutaciones parecidas a las que se sufren en la juventud o en la pubertad: en esos periodos difíciles del crecimiento los chicos cambian la voz; en el fútbol, cuando un jugador ya ha crecido mucho se busca a sí mismo en otra dimensión. Aquí ha dicho Relaño que Messi se quiere convertir en Di Stéfano; se comporta, subiendo y bajando, como el ídolo madridista. Es una mutación saludable: no reclama nada, ni goles: tiene asumido este momento de su crecimiento. Es, como Xavi, un pasador seguro, y generoso. Verlo jugar, al 40% como escuché decir en Carrusel, es estar seguro de que una luz va a convertir ese porcentaje en el 100% de Messi. Y este medio excepcional tuvo anoche esa clase de destellos.

El contrario. Excepcional Villarreal. La suspensión roja de Pina lo diezmó. No merecía el equipo de Marcelino perder por tanto; ni siquiera mereció perder. Pero es mucho riesgo desafiar al Barça cuando no estás seguro de poderlo arrinconar. Lo dejas suelto y te hace un sitio. Esta vez han sido seis; el Villarreal los encajó con una honra que emociona futbolísticamente hablando. El Barça ya está en la final.