Tan bueno que sabe a poco
No hay mejor presagio en el apego del Espanyol por la Copa que el liderazgo de Sergio González, el autor del golazo que sentenció la final del 2000 en Mestalla ante el Atlético. El entrenador, debutante esta temporada, ha sabido transmitir la importancia de este torneo a sus jugadores. A una plantilla en la que todos se sienten importantes, juegue quien juegue, de ahí que se crezcan ante la adversidad. Sucedió en octavos, tras caer 1-2 en Valencia, y en cuartos contra un rival teóricamente muy superior como el Sevilla. Y anoche, además de la inoportuna lesión del insustituible Cañas, superaron el mazazo que supuso el madrugador tanto de Aduriz. Este Espanyol no se rinde jamás y rindió tan bien que el 1-1 —ventajoso para la vuelta— incluso sabe a poco.
El ejemplo de ese espíritu de superación se escenifica en una acción, la del tanto de Víctor Sánchez. El mediocentro pudo causar baja, por un esguince, pero jugó infiltrado. Y acabó obteniendo su recompensa, un golazo por la escuadra ante un Athletic al que tiene la medida tomada. También Javi López se superó, pues tuvo que actuar (con nota) en el pivote, una posición que le es ajena. El que nunca se aleja de su hábitat natural es Sergio García, el hombre que marca la diferencia en este equipo, como la marcaría en otros 17 clubes de Primera. Y sabe a poco, sí, pues Caicedo volvió a fallar como ante el Valencia un gol que se cantaba. Y Víctor Álvarez estrelló un balón en la madera. No hay problema. Queda la vuelta, sin adversidad que se les resista.