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La integración de Honorato en Guinea

Honorato Rodríguez fue un enorme deportista español y gallego de pura cepa a quien le importaban tres pitos la tribu o el tinte del pelo del compañero al que pasaba el balón. Era atacante diestro y jugó junto con otros rostros pálidos, tan desprovistos de prejuicios como él, cual los hermanos Tarbay. No lo hacía mal del todo. O sea, era bastante buen pelotero.

Sin embargo, Honorato no fue pionero. Llegó al fútbol guineano en la segunda etapa, cuando habían desaparecido equipos como el Gran Canaria (los famosos Diablos Amarillos) o el Osasuna (cierto) y ya los nativos, entonces indígenas, habían aprendido y mejorado el deporte que trajeron los primeros colonos españoles a bordo del vapor Dómine o del Río Francoli.

Sólo que Honorato no se marchó deprisa y corriendo, cuando Franco y Carrero Blanco obligaron a los españoles a abandonar Guinea Ecuatorial por la puerta trasera. No. Honorato se quedó, o mejor dicho volvió, porque no pudo resistir por mucho tiempo la llamada de Guinea. Y las pasó canutas, en tiempos de Macías, pero aguantó, trabajó y siguió vinculado al fútbol.

Tan a fondo se empleó, tan integrado estuvo, que al final ya nadie le conocía por Honorato Rodríguez sino por Honorato Mba, su nombre en fang.