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Ébola, autoridad y un pincho de bilola

Camino de Basupú, tras dejar atrás un absurdo peaje, me topé bruscamente con la real distancia que existe entre las prohibiciones de la autoridad competente y su cumplimiento por parte de la ciudadanía. Me explico. Creo que en alguna parte ya he dejado escrito que, entre las medidas para evitar el contagio del ébola que ha tomado Guinea Ecuatorial, además de rociarte las manos con un engrudo infame nada más bajar del avión, estaba y está la restricción del consumo de caza. Pues bien, el personal como si oyera llover. Porque en los puestos que flanquean la carretera que conduce a la playa de Arenas Blancas se enseñoreaban, junto a racimos de bananas y plátanos, piñas, berenjenas y cocos, se exhibían y vendían antílopes y otros habitantes del bosque, susceptibles de portar bichos capaces de alterar el sistema inmunológico más cerril. Cuando preguntamos al paisano por qué persistía en tan peligrosa práctica, nos contestó que llevaba haciéndolo toda su vida, que era su fuente de ingresos y que a qué tanto follón con el ébola cuando todavía andan campando a sus anchas sida y paludismo. Sobra decir que me quedé sin palabras, de modo que continué mi camino en busca de un buen chapuzón, un pincho de bilola a la annobonesa y una cerveza fresca, muy fresca.