El gran secreto del italiano

Juan Carlos Rivero
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Como el fútbol tiene memoria, la Champions cerró el año pasado la deuda pendiente con Ancelotti, que perdió lastimosamente una en Estambul y ganó milagrosamente otra en Lisboa. Claro que con este argumento la deuda con el Atlético ya es doble. El fútbol no siempre atiende a todos. Carlo fue recibido como el pacificador, una especie de entrenador de perfil bajo a pesar de su impresionante palmarés, ideal para acabar con el terremoto que dejó su antecesor. Tenía mucho trabajo por hacer, el más importante convertir en normal el día a día del Madrid. Y vaya si lo ha logrado en un club cuya actualidad es capaz de atropellarlo todo.

Además, ha armonizado los intereses estratégicos y deportivos, allí incluso donde el equilibrio, ese del que tanto habla, no se aprecia a primera vista. Pero entre los buenos y los muy buenos ha optado por estos últimos y ahí sigue. Ancelotti no pierde la calma sobre el volcán, siempre parece que toma sus decisiones desde la templanza, con lo que genera confianza a su alrededor, y es un experto en encontrar salidas del laberinto. Ese es su secreto.

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