Buepoyó, el peor boxeador se retiró con un triunfo
Se llamaba Buepoyó. Era bubi, o sea, pertenecía a una etnia excepcionalmente dotada para el balompié (ya tocaremos el tema más adelante), pero escasamente preparada para el boxeo. Militaba en los ligeros, creo recordar, y se entrenaba como el que más, se cuidaba con auténtico esmero, no bebía ni fumaba y aguardaba con fervor el día de una primera victoria sobre el cuadrilátero que no terminaba de producirse.
Buepoyó recibía encima unas palizas mortales. Rara era la vez que no perdía por KO. Y superar el primer asalto significaba un auténtico calvario que sufrían él, su mujer y los hijos que acudían a ver sus combates en el estadio La Paz. Ante tal panorama, Buepoyó recibió ruegos, consejos y encarecidas recomendaciones de familiares y amigos para que abandonara el deporte de las doce cuerdas, porque lo estaba matando, aunque él no les hacía ni caso.
Por fin, un buen día de 1960, Buepoyó salió triunfante de un combate. En aquella velada se enfrentó a un tal Abo Kalo, un boxeador nigeriano que arrancó el primer asalto derribando en dos ocasiones a Buepoyó. Lo habitual. Pero en un clinch, Abo Kalo sufrió un desgarro ocular y optó por no salir en el segundo asalto. Buepoyó había ganado, por fin, su primer combate, por abandono.
Se retiró del boxeo (sonado) y aceptó un empleo de conductor de autobuses. Luego, mientras conducía, el ya exboxeador tenía la fea costumbre de levantar las manos del volante y seguir colocando directos y ganchos en marcha a rivales invisibles para pánico y pasmo de los pasajeros de aquel autobús que cubría el trayecto entre Malabo y Ela Nguema (antiguamente San Fernando).