El balonmano necesita otra imagen
El balonmano presume de lucir los mejores físicos: gente alta, fuerte, rápida... hercúlea en una palabra. Disputa su Mundial en Qatar, uno de los países más ricos del mundo. Los partidos se disputan en pabellones de última generación, con todos los adelantos y comodidades. Cuentan que son una preciosidad. Ver este Mundial debería ser un espectáculo. Pero no es así. El balonmano sigue ofreciendo su imagen más cutre: pista bicolor de dudoso gusto en la combinación, sobre ella tiras de publicidad al más rancio estilo, generosas camisetas que convierten a los jugadores en hombres-anuncio, árbitros en pantalón corto y calcetines, sobria realización televisiva... Se podía estar jugando en Qatar o en... ¡vaya usted a saber!
La ocasión para dar un salto de calidad era magnífica, porque el mundo se acerca a este Mundial con curiosidad por celebrarse donde se celebra. Qatar se ha gastado 220 millones de euros en la organización, ha llevado clá, ha invitado a los equipos, ha construido instalaciones... Pero el resultado es más de lo mismo: gradas vacías y una puesta en escena que no presta la más mínima atención a los detalles. El balonmano tiene una Federación anquilosada, y lo que es peor, no aprovecha estas ocasiones para evolucionar. ¡Si ni siquiera se ven los goles con nitidez por el color del área! Tuvimos un montón en el España-Bielorrusia y muchos hubo que imaginárselos. En cuestiones de imagen sí que tiene que aprender del baloncesto. Y mucho.