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Salta y la tienda de campaña de Noé

No será porque no me avisaron. Desde que llegamos a Salta la noche del martes, todo el mundo me decía que iba a llover y que era peligroso dormir en chalet individual (tienda de campaña). La primera noche hice caso omiso y no hubo problema. De hecho, el miércoles amaneció soleado y caluroso. Pero, según avanzaba el día, se comenzó a poner gris… y seguían advirtiéndome que quitara mi tienda. “Mi ‘chalet individual’ resiste el agua”, contestaba, incauto de mí.

El caso es que llegó la hora de trabajar y yo me enfrasqué en mi tarea, pasando olímpicamente de los avisos. ¡Tremendo error! Cuando estaba en el momento álgido de trabajo, se desencadenaron los elementos sobre el campamento. Se hizo de noche de repente y comenzó a jarrear. Parecía el diluvio universal. Pero yo tenía que seguir a lo mío...

Hasta que se fue la luz y nos quedamos sin Internet. Entonces, aprovechando el parón y que acababa de finalizar la faena, decidí salir a ver qué pasaba con mi chalet individual. Estaba a treinta metros de la sala de prensa, un trayecto en el que me calé por completo. Y lo que me encontré fue desolador. La tienda parecía un ocho y, al abrirla, apareció completamente inundada, con mi saco y mi equipaje flotando. Tiré de ello como pude y regresé a la sala de prensa totalmente calado. Yo y mis pertenencias. Tal era la situación, que me buscaron un hotel con secadora para intentar enmendar el desastre.

En fin, otra aventurita más que contar de este Dakar, que ayer nos llevó hasta el Circuito de Termas de Río Hondo. Al aterrizar había llovido, pero ahora luce el sol. ¡Esto se acaba!