Y el espectáculo nunca se detiene...

No es la primera vez que debo asistir a un accidente mortal en una competición. Por desgracia, el riesgo es inherente a los deportes del motor y, pese a las medidas de seguridad que se toman, la tragedia reaparece de cuando en cuando. Y en el Dakar incluso más. Muchos participantes (la mayoría aficionados), muchos kilómetros, enorme dureza… Lo que me deja de piedra ha sido la reacción de la organización ante el fallecimiento de Michal Hernik. Un frío comunicado de veinte líneas, y todo sigue igual. Que no pare el espectáculo... La ASO no quiere darle vueltas al asunto y se remite a las fuentes oficiales. Lo que no es de recibo es que no se haya producido la más mínima muestra de duelo y que casi se pase de puntillas ante el trágico suceso.

En fin, que el rally prosigue su marcha y ayer la caravana traspasó la cordillera de Los Andes para adentrarse en Chile, en el desierto de Atacama. Trasnochamos en Copiapó, a los pies de una majestuosa duna desde la que vemos llegar a los valientes del desierto, que han ascendido hasta 4.500 metros en el enlace. Mañana les tocará hacerlo compitiendo.

La sorpresa ha sido que aquí hace más fresquito que en Argentina. A pesar de que desde el campamento de Chilecito se avistaban las cumbres nevadas de las montañas, el calor era insoportable. Y eso que llovió algo por la noche… Otro sonido más a sumar a la larga lista que nos impide dormir en nuestras maravillosas tiendas de campaña… Supongo que algún día el cansancio ganará la partida a los motores, generadores y demás animadores de la noche dakariana.