NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Leyenda más que futbolista

No es fácil comprenderlo desde fuera. Y ni el propio Fernando lo entiende del todo: “¿Qué he hecho yo para que me traten así?”. No lo entiende porque no es algo que controle. Ni que calcule. Es un idilio espontáneo y sincero que va más allá de los abrazos programados y los guiones interesados de la mercadotecnia. Hasta del balón. No es algo tal vez ni merecido. Pero es y punto. Un cariño masivo y eterno que salta de los corazones. Lo de menos es el futbolista. Por eso nadie se plantea el rendimiento que va a dar, el coste de su fichaje, si se va a acercar al que era. Es verdad que se marchó traicionando su palabra, traicionando la mejor de sus virtudes (que pese a todo y todos, se quedaba), abandonando esa sensación ayer recuperada de golpe que no tiene explicación ni precio. Pero también es cierto que supo reconciliarse, que ejerció de embajador convencido, gritó sus colas por todos los rincones, subió el escudo al autobús de las celebraciones por la Eurocopa y el Mundial. Aunque se fue, el Atlético siempre lo vio como uno de los suyos. Torres escenifica la militancia, ese romanticismo que el negocio de la pelota se empeña en despreciar y arrinconar pero que le da sentido a todo esto.

Para la gente, Fernando Torres es el Atlético en persona, un sentimiento irracional que no tiene más traducción que las imágenes y los sonidos de ayer por la mañana en ese Vicente Calderón entusiasta y abarrotado. Y hasta hablar de goles parece una impertinencia al lado de una emoción de semejante tamaño. El Niño ha vuelto, eso es todo.