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Con los aros tatuados en su muñeca

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Por tratarse de bádminton, un deporte que en España cuenta con 7.000 licencias, quizá no seamos capaces del todo de dimensionar el oro mundial de Carolina Marín, aunque el Premio AS demuestre que caló hondo en mucha gente. Quizá de camino al Palace pocos le pidieran un autógrafo. Pero es que, de momento, el reino de la chica de Huelva de 21 años no es de este mundo occidental. Los datos de audiencias dicen que la final del Mundial contra Xuerui Li la vieron en China, el país de su rival, cien millones de personas. De locos.

Se asombraron en el Consejo Superior de Deportes cuando una delegación de ministros de Indonesia (240 millones de habitantes), de visita oficial en Madrid, lo primero que pidieron fue ver la Blume… para conocer a la campeona. Por Hong Kong, Malaisia, Corea del Sur, China o la India, países en los que ha pasado muchos días de entrenamientos y competición, Carolina sí es una superestrella. Hace 15 años que una jugadora no asiática no reinaba en el bádminton. Ella lo ha conseguido. Entre tanta chica de ojos rasgados, sus pupilas negras hipnotizan a Asia.

Carolina llegará a Río con los deberes hechos. En el reverso de su muñeca izquierda (es zurda, como su gran espejo, Rafa Nadal) lleva tatuados los aros olímpicos. Los ve cuando despeja miles de volantes, cuando se levanta, cuando come. Sabe que su reino sí será por fin de este mundo, de España, de Europa, cuando consiga el oro olímpico. Será en agosto de 2016. Ese día espera que cientos de millones de personas le vean por la tele. Y que unos milloncejos, ya sí, se puedan alegrar con ella desde España.