El cross recupera sus raíces
Mañana de cross en Samokov (Bulgaria). En un circuito natural sobre bosques y praderas. Duro por los desniveles y por las condiciones del terreno. Nevado en las umbrías y embarrado en las solanas. Cross de verdad. De los que hay que fajarse y ensuciarse. En esas circunstancias, quien se queda descolgado, adiós. Pero adiós para siempre, porque pierde una minutada. Le pasó a nuestros atletas nacionalizados, Bezabeh y Trihas Gebre. De estar en cabeza, a desaparecer de repente. Las zapatillas se enmarañan en el barro, las piernas pesan y el ánimo decae. Es lo que tiene el cross. Pero el cross genuino, no el sucedáneo que le ha venido a sustituir en los grandes campeonatos. Ayer, los Campeonatos de Europa lo rescataron. Fue un espectáculo.
Lo bonito del cross es precisamente la peculiaridad del terreno original. Hay que enfangarse y sobrevivir. De poco vale una zancada abierta y elegante. Pero eso era antes. La moda es llevar las competiciones de cross a hipódromos y parques. Para recrear el ambiente se pone un tronquito para saltar, y punto. Pero eso no deja de ser una autopista. Con el césped incluso cortado a la medida que desean los atletas locales. El cross queda así desvirtuado, y cuando se presencia una competición como la de ayer, surge toda la dureza y belleza de una especialidad que conviene recuperar en beneficio del espectáculo. Para correr ya está la pista; para salvar distancias campo a través está, en cambio, el cross. Los búlgaros lo supieron mostrar ayer.