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La banalización del insulto y los Aprendices de Brujo en la Red

Tiempo para reflexionar. La brutal pelea entre ultras el domingo por la mañana al lado del Vicente Calderón es un hecho que ha conmocionado a la sociedad a todos los niveles. No se trata aquí de señalar culpables ni de reclamar ese latiguillo tan ibérico de “yo ya lo dije”. A toro pasado cualquiera es un maestro. Es hora de que actúe la justicia y los estamentos pertinentes. Pero estaría bien que desde los medios de comunicación como actores masivos en las Redes Sociales y cada uno como usuario más o menos activo en las mismas nos parásemos a reflexionar como actuamos ante este desastre social a todos los niveles que nos señala como derrotados a nivel moral.

El primer culpable. La ignorancia, la dejación y la cobardía llevó a que muchos de los supuestos responsables de nuestra seguridad señalaran a las Redes como uno de los grandes culpables de la tragedia. Si los ultras se conectan por las Redes, si hay manifestaciones en Twitter que incitan al odio, que si la abuela fuma. No busquemos echar la culpa al empedrado. Los tuits, los mensajes y los desafíos los escriben personas con nombre y apellido. No es culpa de la tecnología.

Responsabilidad. Demasiadas veces somos como el ratón Mickey en el Aprendiz de Brujo. Usamos herramientas que no sabemos que repercusión pueden tener. Nadie en su sano juicio busca provocar violencia y enfrentamiento, pero el problema está en que el auditorio es diverso y, también, que hay mucho tarado. Desde las Redes se ha banalizado el insulto a quien no se conoce como si fuera moneda de curso común. Trágico síntoma del tiempo actual. Se insulta gravemente al interlocutor desconocido por cualquier minucia. Por ideales, por una expresión equívoca, por ser diferente a lo que uno supone que es la norma... incluso por puntuar a jugadores bajo un criterio supuestamente equivocado.

Una peligrosa espiral. En la falta de educación está el origen de todo. No es nuevo. En 1827 Thomas de Quincey ya dijo eso de que “uno empieza por permitirse el asesinato, pronto no le dará importancia al robar, del robo pasará a la bebida y a la inobservancia del Día del Señor y así se acaba por faltar a la buena educación y dejar las cosas para el día siguiente”. En eso estamos.