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Cristiano a los mandos y Messi de regalo

No hubo sorpresas, ni se esperaban; Cristiano, Messi y Neuer tendrán que tener listo el esmoquin el próximo 12 de enero. Para uno de ellos será el máximo reconocimiento del fútbol internacional. Nada impactante, insisto. El Balón de Oro no se caracteriza por las decisiones insólitas. Ni siquiera lo fue la elección de 2010, aunque nos duela, cuando Messi, campeón de Liga con el Barça, superó a Iniesta y Xavi, campeones del mundo con España. Aquella noche entendimos que el Balón de Oro privilegia las marcas de referencia sobre los productos diferentes. A los votantes les cuesta aceptar que les preguntan por el mejor futbolista del año natural y no por el jugador que ficharían para su equipo, más blanco o más azulgrana, según las querencias de cada cual.

La experiencia nos señala que este año volverá a ganar Cristiano, que repite entre los finalistas por cuarta vez consecutiva. Sus méritos son obvios, sin necesidad de recomendaciones paternas: Champions y récord de goles en el torneo, 17. Desde 2007, el portugués sólo salió de la terna en 2010. Únicamente Messi, con ocho nominaciones consecutivas, ha sido más regular. Eso sí: en ninguna edición anterior había sido incluido por méritos tan difusos, ni títulos, ni récords, sólo el rubor de haber sido nombrado por la FIFA (y por nadie más) Mejor Jugador del pasado Mundial (ni un gol a partir de octavos).

Para Neuer quedará el honor de ser el primer portero entre los finalistas desde 2006, cuando Buffon terminó segundo tras Cannavaro (aquella frivolité), con 49 votos menos. El guardameta del Bayern sirve como representante del fútbol coral que presentó Alemania para ganar el Mundial. Paró lo suyo, aunque no tanto como Casillas en 2010.

Son atractivos los premios (todos deberíamos premiarnos más): mezclan competencia, glamour y una fastuosa puesta en escena. Lástima que, en el fútbol, carezcan de más emoción.