Mercedes es la excelencia; Ferrari, la incompetencia
Mercedes-Benz se incorporó al Campeonato del Mundo de Fórmula 1 como constructor en 2010. Ese mismo año, Fernando Alonso llegaba a Ferrari. Ahora, en Abu Dhabi, Lewis Hamilton ha conseguido su segundo título con uno de los monoplazas de la estrella, mientras el asturiano se despedía de la Scuderia con otra carrera para olvidar, penalizado por un coche que ha supuesto uno de los mayores fiascos en la historia de Maranello. En este lustro se ha comprobado cuáles son los resultados de un trabajo bien hecho, el de Mercedes, frente a las carencias de un proyecto sin solvencia, el de Ferrari. La conclusión es así de simple y así de contundente. Ni siquiera un piloto con el talento de Alonso, en el momento de mayor madurez de su trayectoria deportiva, ha sido capaz de neutralizar tanta incompetencia.
Claro que a Mercedes le ha costado tiempo, dinero y esfuerzo alcanzar la excelencia de la que ahora disfruta. Pero de todo ello han dispuesto también los italianos y no han tenido la capacidad para aprovecharlo del modo en que lo han hecho sus rivales. Han estado enviando durante cinco largas temporadas mensajes de dedicación, entrega, buenas intenciones y promesas que no han servido absolutamente para nada. Porque lo único que buscaba Alonso era un tercer título que no ha consumado. Todo lo demás es papel mojado, palabrería, nadie se acuerda de los segundos. Por fortuna, ver a su enemigo íntimo triunfando, igualándole en palmarés, ha contribuido a que el ovetense abra los ojos de una vez, tomando conciencia de que mantener la confianza en Ferrari carecía de sentido. Y si en Mercedes han podido, también deberían en McLaren junto a sus renovados socios de Honda. Sólo que ojalá no necesiten cinco años para ello…