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Fuga de estrellas y visión global

Cuando alguien te pregunta por la salud, no espera una respuesta del tipo “estoy pletórico”. Algo así ocurre cuando la cuestión es ¿qué le pasa al baloncesto? Al de aquí, claro. Más allá de la crisis económica que lo ha adelgazado, le afecta otra, la de la identidad. Y no hablo de cupos ni de pasaportes. Sino de estrellas. Que medio centenar de los mejores jugadores de Europa militen en la NBA resulta definitivo. Imaginen los gloriosos ochenta, los años del boom de este deporte. Imaginen que los Meneghin, Corbalán, Epi, Petrovic, Sabonis… hubieran estado al otro lado del charco. Adiós boom, adiós gloria, adiós ídolos cercanos. Ese y no otro es el primer problema de nuestro baloncesto. Que ahora no tenemos aquí a los Gasol, ni a Parker ni a Nowitzki, ni tuvimos a Stojakovic. Que Mirotic, Dorsey y Papanikolaou han dejando Madrid y Barça­ este verano para hacer las Américas.

Y luego sí, hay que generar identidad con lo que hay, que no es poco, acertar con el modelo de competición, ajustar el calendario y formar jugadores. Y no vale con llevar vidas paralelas —como reconocían ayer— sin estorbarse demasiado. Toca remar acompasados y toca complementarse. En el Viejo Continente ya no sirve que cada organización exhiba un torneo total, con todos los formatos a la vez y una primera fase descafeinada. Debemos adaptarnos. Si la Euroliga tiene playoff y Final Four, la opción de una Liga nacional clásica encajaría bien. Más la joya de la Copa. Decisión global.