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Las Fallas de España. En los últimos minutos se produjo algo mágico. Paco Alcácer, un chaval nacido hace 21 años en Torrent (Valencia), conectaba en ataque con Rodrigo Moreno, un killer del área nacido en Río de Janeiro hace 23 años pero que respira españolía por casi todos sus poros. Los dos valencianistas evidenciaron su complicidad. Rodrigo hizo un amago, se quitó un luxemburgués de encima, avanzó y dio un pase maravilloso al espacio libre. Allí apareció otro valenciano de 21 añitos, Juan Bernat, que ahora se gana la vida y el prestigio en el Bayern Múnich. Bernat aprovechó la golosina para poner su sello en el 0-4 final. Fue mucho más que un gol. Fue el símbolo de la semilla de esa revolución controlada que todos pedíamos a Del Bosque tras el eslovacazo de Zilina. Nuestros campeones de Europa Sub-21 (ocurrió en Israel) son diamantes por pulir y ha llegado la hora de lucirlos. De hecho, el salmantino ya sacó ayer de inicio a De Gea, Carvajal, Bartra, Koke y Alcácer. Casi medio equipo. Y no olviden que mañana jugarán en Cádiz, en ese difícil reto con los serbios, futbolistas como Isco, Alberto Moreno, Deulofeu o Muniain, que ya han debutado con la absoluta. Y faltan Morata, Jesé, Óliver y Munir, que claramente están destinados a protagonizar las portadas de AS con la vista puesta en Francia 2016 y Rusia 2018. Hay hambre y hay juventud. O sea, hay futuro.

Diego, ¡por fin! El primer gol del ariete del Chelsea con España se ha hecho esperar como el parto de los montes. Nada menos que siete partidos (para un total de 514 minutos) ha necesitado el hispano-brasileño para reivindicarse en la asignatura que le ha permitido ganarse un prestigio en el fútbol. Su ansiedad le llevó en la primera parte a fallar hasta media docena de ocasiones. Una de ellas, con el portero luxemburgués vencido y sin nadie que le impidiese salir airoso del trance. Se le vio tan agobiado que se tapó la cabeza con la camiseta roja de España. Erró tanto que sufrimos por él. Imagino a mucha gente en su casa cruzando los dedos y haciendo conjuros para liberarle. El momento feliz llegó como suele ocurrir en estos casos. Rebotes, rechaces y barullo. Gol feo, pero gol al fin y al cabo. Que no sea el último, campeón.

La seda de Arguineguín. David Silva es un futbolista de autor. A veces desaparece en los guadianas de su talento. Pero cuando está inspirado, es mejor arrepanchingarse en el sofá de casa y deleitarse con sus ocurrencias. Su gol fue el más valioso de todos. El que abrió la lata. Y lo hizo con un zurdazo estiloso que dejó sin arañas la portería defendida con cuajo y reflejos por el veterano Joubert. Golazo para enmarcar.

Evolución. Como periodista viví in situ en Luxemburgo (7 de junio de 2000) el último partido que habíamos jugado contra la 127º del mundo. Fue en el mismo campo, Josy Barthel. En la Tercera de España he visto estadios mayores. En aquella ocasión jugaron de inicio Cañizares; Velasco, Abelardo, Helguera, Sergi; Mendieta, Engonga, Valerón, Fran; Alfonso y Munitis. Raúl descansó y tras el descanso salieron Casillas (¡un niño de 19 años!), Hierro, Aranzabal, Gerard y Etxeberria. Seamos justos. Tres lustros después somos mucho mejores y nuestra partitura se traduce en todos los idiomas imaginables. Venimos de sufrir una úlcera de estómago en Brasil que nos ha dejado tocados. Pero hay que levantar la cabeza, mirar hacia adelante y creer en esta España. Hoy más que nunca...