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Un equipo de niñas campeonas

Han vuelto a traer una medalla. El año pasado fue la de oro del Europeo; ahora, la de plata del Mundial. De nuevo han cogido carrerilla. Esta racha supera cualquiera anterior. El equipo va a más. Ya es difícil, porque quienes se fueron eran nada menos que Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar. Pero las que estaban se han hecho mejores, y las que llegan vienen apretando. Si a los equipos les medimos por las medallas que suman sus jugadores en la alta competición, nuestras subcampeonas del mundo totalizan 41. Una barbaridad. Pero no es un milagro, sino una consecuencia, porque todas las jugadoras menos Sancho Lyttle, nacionalizada en 2010, proceden de las selecciones inferiores. Y todas han ganado medallas en ellas. Hasta 44.

Lo de ahora es la consecuencia del trabajo bien hecho. De las propias jugadoras y de la Federación. Forman un auténtico equipo. Diríase que familia. Empieza a sucederles lo que a los chicos. Vienen de Estados Unidos, de Rusia, de Turquía, de la República Checa, y cuando se juntan tienen muchas cosas que contarse... y que ganar. Esta vez no lo hicieron, pero dieron una lección de cómo perder. Pocas veces se ha celebrado una derrota con la alegría de nuestras jugadoras. Hicieron bien en festejarlo. ¡Qué caramba! Ser subcampeonas del mundo y poner cara de ajo por la derrota es de miserables. De eso, nada. Se comportaron como campeonas y por eso, a su llegada, han tenido el recibimiento de tales. Incluida su visita a AS. Hasta el año que viene.