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Alonso está jugando al despiste

Alonso resopla, se lo piensa, sonríe... Difícil papeleta para el asturiano, lo suyo es volar en la pista, no jugar al despiste. Pero no le queda otra. El mundo quiere conocer su futuro mientras que él no puede contarlo, quizá ni siquiera lo tenga claro. Aunque una cosa sí que sabe ya: su etapa en Ferrari toca a su fin. No puede ganar y, además, no se siente tan querido ni valorado como antes. Lo típico en ocasiones, nuevos jefes, nuevas ideas, relaciones diferentes. Así que al asturiano sólo le sirve enrocarse diciendo que todo sigue igual, que su destino no es lo prioritario (¿alguien se lo puede creer?), que el objetivo es el tercer puesto en constructores... Disimular, en definitiva, a la espera de que llegue el momento de poder contar las cosas como son.

Lo que ya ninguna de las partes es capaz de esconder, aunque lo pretendan, es su distanciamiento, la existencia de una brecha de intereses que quizá sea hoy demasiado grande como para creer que se pueda superar. Alonso se limita a decir que lo que tenga que ser, será... pero sin cerrarse a ninguna posibilidad; y mientras, en el otro lado del mundo, el que muy pronto decidirá en Maranello recuerda que Ferrari es lo más importante. Un nuevo aviso de Marchionne, el sustituto de Montezemolo, que no viene sino a echar gasolina al fuego. Nada de complicidad, ni de sintonía. Marcado ambiente de crisis, el divorcio parece inevitable y sólo falta que los abogados de la pareja se pongan de acuerdo sobre la casa y los niños. Y en ésas están...