Si yo fuera tenista
Si yo fuera Gala León estaría deseando demostrar a los escépticos y a los jugadores que ya se han manifestado en contra de mi nombramiento sin conocerme, que soy capaz de capitanear el equipo masculino y, de paso, reivindicar a las entrenadoras. Aunque quizá convertir este reto en un episodio de la lucha por la igualdad de géneros lo considerase excesivo.
Si yo fuera la Federación nunca hubiera elegido a Gala León porque en este tipo de apuestas hay que aquilatar al máximo. Desconozco si la escogida podrá llevar a buen término la empresa, aunque me constan su carácter y su pasión por el tenis. Pero hoy por hoy parece haber candidatos más aptos para el puesto. No está el ciudadano para muchas bromas ni tampoco el aficionado, como acabamos de comprobar en el Mundial de baloncesto con las peticiones de dimisión que todavía resuenan.
Y si yo fuera jugador de la Davis me hubiera abstenido de hacer declaraciones. Porque los principales responsables de todo lo que está ocurriendo en torno al equipo, incluido este nombramiento, son los tenistas. El silencio hubiera sido lo más sensato teniendo en cuenta, además, las reacciones que han generado sus renuncias antes y sus declaraciones ahora. Parece lógico consultar a quien muestra un compromiso inquebrantable, pero acudir según la conveniencia y protestar determinadas decisiones no componen un ejemplo de deportividad. El trato de favor hay que merecérselo.