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Radiografía de la agresión verbal y del vapuleo físico

Lo más llamativo del lamentable partido que jugó el Barça en La Rosaleda fue el juego del Málaga, que se le subió a las barbas al equipo de Luis Enrique hasta el punto que le hizo morder el polvo hasta el último suspiro. Y en el último suspiro, o casi, se produjo lo otro verdaderamente llamativo: el agarrón de Weligton a la mandíbula de Messi.

Estas cosas pasan en el fútbol y no sólo entre futbolistas. Es legendario el incidente que tuvo el gran Julio César Benítez (excéntrico defensa del Barça, un Dani Alves de su tiempo) con un destacado periodista radiofónico, al que agarró, no sé si de la mandíbula, porque no le gustó algún aspecto de su retransmisión. En el campo, eso es más usual. A veces las agresiones son livianas y no pasan a la historia. Otras no son ni siquiera queridas y los futbolistas terminan haciéndose amigos. Y otras hacen un daño indecible en lo moral y en lo físico.

No sé en qué lugar de toda esa lista metería el cabezazo que Zidane, un hombre tan pacífico, le propinó a Materazzi cuando ni siquiera se jugaba el balón ni los contrincantes se jugaban nada. Lo que se dijo luego, y en eso hubo consenso entre ambos, fue que el italiano le dijo no sé qué sobre su hermana al francés y que éste decidió lavar así el honor familiar.

Hubo otros hechos famosos, muchos de los cuales me vienen a la cabeza porque fueron protagonizados por futbolistas del Barça, equipo al que sigo con devoción, aunque espero que no con fanatismo. Así que no me centraré en esos casos que están más en mi memoria para dirigirme al presente, al incidente de Weligton, defensa malaguista, y Messi, protagonista máximo del juego del Barça (aunque si no hubiera jugado el miércoles hubiera tenido la misma calificación, cero, en su casillero de AS).

Lo peor del fútbol son las primeras impresiones en las que incurrimos todos. Incurrí el miércoles en la primera impresión: lo que vimos todos fue que el defensa malaguista agarraba del cuello a Messi y que éste caía al suelo, aparentemente presionado por el corpulento jugador del equipo contrario. Luego hubo muchas referencias de prensa y del propio Welligton: ocurrió esa agresión porque Messi lo llamó “hijo de puta”.

¿Cómo se registra ese incidente y cómo se multa? Es evidente que al argentino del Barça habrá que decirle que no es bueno insultar. A otro habría que decirle que agredir físicamente equivale a menosprecio, como un insulto. Las palabras hieren, claro, ¿pero no hiere también el desdén con violencia?

Ni uno es héroe ni otro es villano. En el terreno de juego, quien agrede de palabra y quien se defiende vengándose después son igualmente villanos, porque, en realidad, agreden a los que miramos el partido desde fuera.