Tropiezo. Había cierto temor a la visita rojiblanca al feudo de Olympiacos, puesto que el conjunto griego es de esos que no se rinde, que no da facilidades y delante de sus aficionados dobla sus prestaciones. El Atlético venía de ganar el derbi, con la moral por las nubes, pero consciente de las dificultades que entrañaba el partido si no actuaba con la misma intensidad de siempre. Y el equipo falló donde no suele, atrás, dando concesiones a su rival. En Europa los errores se pagan caro y eso le sucedió al conjunto de Simeone. Y anoche le faltó esas dosis de fortuna que ha tenido en otros encuentros.
Dificultades. El Atlético ha jugado dos partidos de Supercopa de España, tres de Liga y este de Champions. Y al sexto encuentro llegó la primera derrota de la temporada. Dolorosa y que complica la clasificación en este torneo en el que tantas esperanzas tienen depositadas jugadores y aficionados. El pase se complica, puesto que ahora hay que ganar a la Juventus en casa el día 1 de octubre.
Confianza. Pero nadie debe dudar de este equipo. Sin estar bien, peleó hasta el final en busca del empate y los del Cholo saldrán a morir en los próximos partidos. Nadie pensaba que esto iba a ser fácil y la derrota es una advertencia de que ahora todos quieren derrotar al campeón del campeonato español y subcampeón de la Champions. Al Atlético se le mira ahora de otra manera y los aficionados del Olympiacos celebraron el triunfo a lo grande.
Oblak. Sinceramente creo que no tuvo culpa en los goles. Me hablan maravillas del portero, me dicen que el cuerpo técnico está encantado con su manera de entrenarse y que Oblak es un excelente cancerbero. La decisión de que jugara fue arriesgada, eso sí, porque puede ocurrir lo que ocurrió: derrota y las comparaciones con Moyá.
Celta. Espera el Celta el sábado y no hay tiempo para lamentaciones. Si este equipo era bueno tras el derbi, no hay razones para no serlo ahora. Señores, toca levantarse y trabajar.