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El recuerdo de Fignon acechó a Rominger

La última vez que la Vuelta a España no terminó en Madrid fue precisamente con una contrarreloj en Santiago de Compostela, igual que hoy, aunque aquella de 1993 partió de Padrón y tuvo un recorrido bastante más largo: 44,6 kilómetros.

Cuando se dieron las primeras referencias, “19 segundos de Alex Zülle sobre Toni Rominger en el kilómetro 15”, la Sala de Prensa fue un clamor: “¡Otra vez como el día de LeMond y Fignon!”. Los teclados dejaron de sonar. Algunos de aquellos periodistas habían tenido que tirar sus crónicas a la papelera en el Tour 1989. Cuatro años después, una nueva remontada al acecho: “En el km 37, la ventaja es de 50 segundos”.

Rominger había partido con 1:17 de renta sobre Zülle. La diferencia tenía que ser suficiente para un especialista como él, a pesar de que en esa edición no había ganado ninguna crono: Zülle le batió en Navacerrada y Melcior Mauri en Zaragoza.

Pero la noche anterior a aquel 16 de mayo, Rominger no pudo dormir, con problemas gastrointestinales. Por la mañana se levantó cariacontecido y revisó el trazado, plagado de repechos. Llovía en Galicia. El desá­nimo invadía al suizo del Clas. “Sus piernas están vacías”, le dijo el masajista Marcelino Torróntegui a su director, Juan Fernández. Pero cuando le dieron esa referencia de 50”, justo cuando dejó de llover, Rominger exprimió sus fuerzas y salvó el maillot amarillo por 29”. Era el segundo de sus tres triunfos consecutivos en la Vuelta.