Cipollini indemnizó a Cerezo con un millón tras su puñetazo
Los llanos de La Mancha son sinónimo de tensión y nervios al compás del viento. Paco Cerezo (Tomelloso, 6-1-1971) puede dar fe. En la cuarta etapa de la Vuelta 2000, entre Valdepeñas y Albacete, se sintieron los primeros momentos de estrés al paso por Ossa de Montiel. Cerezo conocía la zona de entrenarse con Óscar Sevilla y rodaba en cabeza. Entonces se le acercó Mario Cipollini y le dio tres veces con el manillar en el culo. Paco se quejó y el italiano le soltó una colleja en el casco. El español exclamó algo así como “¡qué hijo de p..., pero si me ha pegado!”. Una frase que el velocista interpretó como un insulto. Luego llegaron los abanicos y un sprint donde Freire volvió a ganar a Cipollini, que arrastraba una pésima temporada.
Esa noche, Cipollini vio a Domenico Cavallo, director del Vitalicio, y le soltó: “Dile a Cerezo que le voy a matar”. Por la mañana, en la salida de Albacete, en un 30 de agosto como hoy, el italiano agarró del maillot al español y le zarandeó. Le lanzó un primer puñetazo, que Paco esquivó, pero con el segundo hizo diana y le dejó un ojo hinchado. Los padres de Sevilla, que estaban de visita, le prestaron un pañuelo. También presenciaron la escena su mujer y su hijo.
La salida fue un hormiguero. El Vitalicio denunció la agresión al jurado de la Vuelta, que expulsó a Cipollini. Luego, la Policía Nacional le detuvo y le tomó declaración. A la par, en un montaje radiofónico, Mario pidió perdón a Paco. “Tuviste tiempo de pensarlo desde ayer”, le contestó Cerezo, que rechazó la disculpa ante los gritos del público: “¡No le des la mano!”.
Lo que ocurrió después ha transcendido menos. Las asociaciones ciclistas de Italia y España llegaron a un acuerdo para que Cerezo retirara la denuncia a cambio de una indemnización de un millón de pesetas (6.000 euros). Pese a todo, la Fiscalía actuó de oficio y hubo juicio, al que Cipollini no acudió. Luego volvieron a saludarse en alguna carrera. Ya sin rencores.