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Formas de dar moral y quitarla

La Libertadores. En una pared del vestuario de Nacional está pegada con celo una portada de un diario argentino que desborda optimismo hacia San Lorenzo: "La Copa está servida". Está ahí colgada para que los jugadores la vean una y otra vez y se piquen. Es la particular manera con la que el entrenador local, Gustavo Morínigo, trata de motivar a los suyos de cara a la final de la Libertadores, que arranca en la madrugada del miércoles al jueves en el Defensores de Chaco, el estadio más grande de Paraguay (40.000 espectadores) y que, dada la expectación, se ha quedado pequeño.

Leo Franco. No se asusten los cuervos, en la finalísima de la Libertadores aún no puede jugar el arquero recién fichado. El ex del Zaragoza, Atlético y Mallorca, 37 años, refuerza la portería de San Lorenzo pero sólo de cara al campeonato doméstico que arranca el próximo fin de semana. Suple a otro español, Cristian Álvarez, que parte rumbo a Vallecas tras no haber gozado de los minutos que imaginó cuando decidió abandonar Cornellá el pasado verano harto de pelear la titularidad con Casilla. En Almagro volvió a perder: el fijo ha sido Sebastián Torrico, que también (no conviene estirar la cuerda de favores del Papa Francisco) lo será el miércoles en Asunción.

Martín Lasarte. La Universidad de Chile va como un tiro. Tres fechas y tres victorias, nueve puntos, buen juego y liderato. Y en Católica, equipo al que dirigía hace medio año, murmuran de preocupación. Con ellos, el exentrenador de la Real Sociedad confirmó en 2013 la leyenda de segundones que persigue a la entidad: tres finales perdidas en el último instante, dos de liga y una de copa. Pero en el banquillo azul, por ahora vuela. Y ya que la máxima rivalidad se digiere más o menos igual en todas las latitudes, los hinchas cruzados tiemblan. No querrían ver bajo ningún concepto levantar la copa a Lasarte. El ritmo lo lleva.

Juanma Lillo. “Una concepción muy española de afrontar las cosas". Así definieron en el canal Fox Sports la carga del profesor Lillo contra sus jefes de Millonarios por echar atrás a última hora la contratación de Braulio, delantero español con antecedentes de abuso sexual. A la que le preguntaron por la falta de gol tras empatar en casa con Chicó, Lillo se lanzó: "Los fichajes tienen que ser baratos. Y Braulio, que era barato, resulta que además tiene que ser bonito. Ahora hay que mirar el certificado de penales del que venga. Pero mucho cuidado con situaciones que no son éticas por considerar que son morales. Los seres inhumanos tendemos a lavar nuestras inmoralidades con las inmoralidades evidentes de los otros. Los latigazos que más duelen son los de aquellos que fueron esclavos. Me dicen inmoral porque lo he querido traer. Luego se atribuyen superioridad moral sobre mí los que decidieron que no viniera. Y así, no sé". Hasta de los enfados le sale lírica.