Los aledaños de los equipos de ensueño
Ronaldinho. Esta semana AS puso en circulación una serie de jugadas inolvidables de Ronaldinho. ¿Inolvidables? En el fútbol cada vez cuesta más utilizar ese adjetivo. En el imaginario de cada uno hay momentos imponentes, como aquel gol de Evaristo que le dio el triunfo al Barça sobre el Madrid. Aún no había nacido ni Roncero. Otros tendrán sus propias imágenes. A mí, por ejemplo, cuando hablo de Ronaldinho me viene más la imagen de aquel madridista (no, no era Roncero) aplaudiendo al gaucho en una memorable tarde barcelonista en el Bernabéu. Pero de las jugadas propiamente dichas me acuerdo más bien poco. Ronaldinho tenía poesía, pero no tenía drama. Puyol o Casillas o incluso Diego Costa tenían o tienen drama, pero Ronaldinho era una perfección dibujada, asombro.
Ases. Pero está entre los ases de una época singular del Barça; de pronto, llegó su época de asueto, se alió con su amigo Deco y dejó de interesarse tanto por el día y empezó a interesarse por la noche. Y el Barcelona de Rijkaard empezó a hacer agua. La polémica fue tal que hasta Samuel Etoo salió a la palestra para denunciar que esos compañeros suyos de vestuario mostraban bastante más interés por la francachela que por el entrenamiento. Entonces llegó Guardiola al banquillo, mandó a parar y salvó a Messi de la quema... Se fueron del vestuario Ronaldinho y Deco, y se terminó yendo también Etoo, el denunciante.
Deco. Ahora vienen las añoranzas de los equipos de ensueño. El Oporto del que partió Deco en 2004, un equipo triunfador entonces, y el Barça de 2006, en el que hacía diabluras Ronaldinho, se han encontrado en la ciudad portuguesa. En términos del fútbol las glorias pasadas son las de anteayer, porque más allá, ay, todo se olvida. Rubalcaba, en su discurso de despedida como secretario general del PSOE, quiso referirse a su equipo de trabajo como el Dream Team, pero prefirió decir (como madridista que es, tanto como Roncero) La Quinta del Buitre… Mientras lo escuché pensé: y quién se acuerda ahora de una y otra gesta… Pues Deco y los suyos se juntaron para revivir sus propias leyendas. Y falló Ronaldinho al reencuentro de Oporto.
Messi. Ronaldinho era el líder de aquella escalada de golfería azulgrana. No estuvo con Deco, no se sabe si porque no quería revivir la noche o porque tenía nostalgia del día. Sí fue Messi. Se salvó de aquella quema, pero debió pasarlo bien en su día, porque ahora, abrazado a Deco y a Etoo, tenía una sonrisa que últimamente no se le ve. A mí ese partido de viejas glorias con mascota (Messi era la mascota) me ha hecho pensar que el fútbol en blanco y negro existe aún en la época de tantos colores.