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Son presumidos y tienen de qué

Imprescindibles. En el negocio del fútbol, como en la vida, nadie es imprescindible, los futbolistas tampoco. Un lector de AS me reprochó ayer, con razón, que escribiera de la deslealtad de los directivos y dejara fuera la de los jugadores. Cuando el Atlético le ganó al Chelsea la semifinal de la Copa de Europa vi los abrazos de Diego Costa (y de otros) a Cholo Simeone; antes había escuchado amor eterno al club por parte del hispanobrasileño, del brasileño Felipe Luis, del belga Courtois, que no se iría jamás del club, o casi. Se fueron los tres… al Chelsea. Es cierto: viven pendientes de sus carreras y de las chequeras, y claro que se van. Eran imprescindibles, hasta que fueron imprescindibles para las finanzas del club y para sus propias finanzas.

Valdés. Otro imprescindible fue Víctor Valdés. Cuando anunció que se iba, los aficionados sentimos una orfandad sin fondo en la portería. Y ya ven: de pronto el Barça tiene tres porteros y el olvido al que todos sometemos al gran Valdés es equivalente al que él quiso ejercer sobre el Barcelona. No han sido nunca aclaradas las razones de su disgusto y de su marcha. Lo cierto es que se fue yendo, hasta que se fue; el problema surgió cuando se lesionó, no pudo acabar la temporada (un agujero dramático para el Barça) y tampoco pudo jugar con la Selección de Del Bosque, otro agujero. En su despedida hizo notar sus heridas, de las que salvó a

Van Gaal. Pero el Mónaco luego lo rechazó. Nadie ha descrito aún la herida moral que esto ha supuesto para el gran portero. Pero la portería que dejó desamparada ahora es un hormiguero de personas. Van Gaal. Y Van Gaal, mientras tanto, encantado de la vida, ¿a la espera de un portero? Van Gaal podría ser, ahora que dirige el Manchester United, la tabla que salve, otra vez, a Víctor Valdés; puede ser la alternativa a su soledad como futbolista. Pero sobre todo puede ser el sitio en el que un día recale. Es un gran club (dice Van Gaal: “es el club más grande”) y puede resolverle a Valdés esta orfandad que a un muchacho que juega al fútbol le tiene que partir el alma. Porque los futbolistas son unos muchachos presumidos a los que un desdén los convierte en parias.

Kroos. Presumidos, y tienen de qué. En dos días sucesivos Kroos, que venía de una gran temporada, contó que su entrenador está “feliz” de tenerlo y que al Madrid él le va a hacer falta. El ego actúa fuera del campo, y en el campo. Di María le hace hueco a James. Y Ancelotti no está feliz de que se vaya Di María. Lo veremos con otra camiseta, tampoco querrá quitársela, hasta que la carrera y la cartera se pongan del mismo lado. Del fútbol, repito, sólo me fío de la lealtad de los aficionados. Porque no nos pagan.