Pídase un ‘cafesito’ con el Topo López
Apreciado Charles Miller, disculpe que ayer faltara a la cita con usted, pero es que me olvidé de escribir. Concretamente, me negué a conjugar el pasado. No le escribí porque quería hablarle de un hermano que se me ha ido. Pero no había forma de conjugar el pretérito. Era imposible escribir que Jorge López era o que Jorge López murió. En esa maldita tercera palabra, en ese verbo se me acababan las fuerzas. Y tenía otras cosas que hacer. Cosas que jamás hubiera querido hacer.
Hoy, entre el vacío que hiere, la rabia y la inmensa pena que siento me gustaría decirle que el Topo tenía razón, como siempre. La noche antes de que nos lo arrancaran me dijo cenando que Argentina iba a ganar a Holanda, que el Enano estaba enchufado y que me preparara para la historia. Yo no siempre le creo —joder, creía (maldito pretérito que se aparece todo el rato)— porque a menudo me explicaba unas aventuras que yo, que soy un bobo, juzgaba dignas de Antoñita la Fantástica. Pero al final, siempre tenía razón. Y si no la tenía, te convencía de que la tenía porque usted no sabe lo divertido que era, lo bien que hablaba y lo que te hacía reír. Y yo, que ya le digo que soy simple, por estar un rato más con él siempre le daba la razón esperando a escuchar la historia siguiente... que también era cierta, claro.
Mi tristeza es gigante porque no es mía. Es la de todos los que tuvieron la inmensa suerte de conocerle, de verle trabajar de una forma que era un monumento diario al periodismo. A pesar de llevarle siete años, me dio clases cada día y me vendió más motos en una tarde que la Yamaha en un año. Por eso, señor Miller si se lo encuentra por ese cielo futbolero que sólo acoge a los grandes, siéntese con él, pida un cafesito, disfrútelo y hágale caso.
*Charles Miller desembarcó en 1894 en el puerto de Santos con dos balones de reglamento. Se le considera el introductor del fútbol en Brasil.