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Peor las rotondas que el pavés

Fue un ¡sálvese quien pueda! La lluvia, las rotondas, el pavés, la presión, el recorrido, el kilometraje, las caídas... ¡Cómo sería la cosa que se anularon dos de los nueve tramos de pavés! Resultó, como se esperaba, una etapa infernal para los ciclistas. Lo sabían y eso les supuso un castigo añadido, porque corrieron con la soga al cuello. El pavés no podía estar peor. Las cunetas eran charcos continuos; imposible circular por ellas. En medio, los adoquines estaban con barrillo. Había que ir en fila india, dando brincos y rezando para que no resbalara la rueda. En la meta, rostros y cuerpos mugrientos, azotados por el agotamiento, magullados por las caídas. Sólo un corredor, Nibali, sacó provecho de ese infierno. Los demás dieron las gracias sólo por llegar.

Ya hubiera querido hacerlo Froome. Se cayó antes del pavés. Las rotondas resultaron peores que el temido pavés. Las rotondas, que proliferan en Francia, se han convertido en el mayor enemigo de los ciclistas, y no digamos ya con lluvia. Ayer rotondas hubo a montones. Calculen. Un mínimo de cuatro por población, y si la etapa pasó por 43 pueblos... Las caídas fueron incontables. No faltó la de Valverde, pero al menos pudo seguir y hasta contactar con la cabeza. Al final incluso obtuvo mejor resultado que Contador, a quien se le vio desfallecido, avería mecánica aparte. El que anda, anda, y el mejor ejemplo fue Nibali, convertido ahora en gran favorito. La carrera no ha hecho más que empezar y no pierde ocasión para sacar ventaja. De momento es el más fuerte.