Las Superáguilas verdes de Keshi, sin rumbo
Si Appiah, el entrenador de Ghana, podría muy bien dar el salto hacia el banquillo de algún equipo europeo, el que parece no tener las ideas claras es su colega, el nigeriano Keshi. Menuda merienda, y no precisamente de negros, sino de pesada digestión, son las Superáguilas Verdes de Nigeria. Así, para abrir boca, conviene decir que los nigerianos, que por cierto se han clasificado para disputar los octavos de final del Mundial, carecen de patrón de juego claro. Sus jugadores dan la impresión de que cada uno va por libre. Los defensas saben que lo son. Los medios, también. Y los delanteros juegan en punta, o sea, arriba. Pero nada más. Porque ni siquiera el siempre hipervalorado Obi Mikel, jugador del Chelsea de Mourinho, es capaz de convertirse en la firme batuta que tanto precisan los africanos a la hora de elaborar un juego que, sin un cerebro claro, parecen dispersos, descabezados y a ratos se muestran duros y un punto violento. Entrenadores tan mendaces y desprovistos de imaginación, como Mourinho, han limitado a Obi Mikel, el mejor hombre de las Superáguilas Verdes, a ejercer de centrocampista de contención. Y ahora, resulta inútil pedir al futbolista del Chelsea que dé correctamente dos o tres pases seguidos. De todo este embrollo armado en torno a una selección que debería ser referente del fútbol del continente africano, se salva tan sólo Musa, autor de dos excelentes tantos en el encuentro frente Argentina del pasado miércoles. Ahora toca Francia en octavos.