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El Barcelona ha dejado atrás Milán

Dice el axioma de la NBA que una serie de playoffs empieza de verdad cuando un equipo gana fuera de casa. Pues la final de la Liga empezó con pirotecnia y el Barcelona ajustándose el traje de campeón que sacó del arcón en Valencia, justo cuando ya no tiene en vigencia ningún título y se alarga la sombra de una temporada sin caza mayor. El triunfo le da el factor cancha y le convalida como paso por el diván del psiquiatra ante un Real Madrid que le ha ganado todos los últimos órdagos a grande y que en Milán le metió (100-62) en un laberinto del que este partido le muestra la salida.

El Barcelona se ha llevado sus cinco partidos a domicilio en estos playoffs. Ganó porque impuso sus armas, porque esta vez sí respondió a los meandros psicológicos del Real Madrid y porque se puso en manos de Huertas y Tomic, que en la Fonteta le desenterraron (56 de valoración entre los dos) y en el Palacio le insuflaron vida (43). Del subsuelo al cielo con corrección de problemas básicos: en el último cuarto firmó un 3/5 en triples y un definitivo 13/14 en tiros libres (15/27, recuerdo, en la final de Copa que acabó perdiendo por un punto). Controló las pérdidas y volteó la decisiva batalla del ala-pívot, donde Nachbar anotó más (17-10) que Mirotic y Felipe Reyes juntos. Queda mucho, queda de hecho casi todo, pero el Barça de repente ha descubierto que puede. Y eso es un giro copernicano en la psique de una final que deja atrás Milán y a partir de ahora se va a jugar sólo en Madrid y Barcelona.