Ferrari tiene un problema de base, no de desarrollo
El discurso de la evolución de Ferrari es como una de esas canciones del verano que nos dinamitan el cerebro durante semanas. Repetido hasta la extenuación, resulta tan cansino como baldío, porque la realidad es que gran premio a gran premio la incapacidad de su monoplaza sigue siendo manifiesta. Considero evidente que el problema no es de desarrollo sino de base. Es así esta temporada y también ha ocurrido en otras anteriores, por lo que ya tenemos bien aprendida la lección de que lo que mal empieza, mal acaba… Ahora es James Allison, nada menos que su director técnico, quien insiste en esta teoría del trabajo constante y de “una batalla que nunca termina”. Yo no dudo del esfuerzo y compromiso de los ingenieros de Maranello, pero también parece indiscutible que en la actual Fórmula 1 parece casi imposible recuperar el terreno perdido.
Cuando un monoplaza nace en inferioridad de condiciones es casi un milagro neutralizar tales carencias. Me refiero a un error de base conceptual, porque otros inconvenientes menos sustanciales sí que pueden llegar a corregirse. Este mismo año hemos visto como Red Bull ha sido capaz de sincronizar su chasis con la unidad de potencia de Renault tras un arranque titubeante, diría que fundamentalmente porque su base era magnífica, como siempre en las últimas temporadas. Por el contrario, Ferrari ha fabricado de nuevo un conjunto por debajo de las expectativas y les está resultando imposible corregirlo. Por supuesto que mejoran en ciertos aspectos pero igualmente lo hacen sus competidores, con lo que la brecha se mantiene… si no se incrementa. Así que me temo que no hay demasiados motivos para el optimismo, aunque todavía es demasiado pronto para perder la esperanza por completo.