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Chile se viene arriba

La Cibeles de los chilenos, la Plaza Italia de Santiago, vivió completamente sola el estreno de su selección ante Australia. Pero a la que pitó el final el colegiado marfileño Doue la plaza se vio abarrotada y festiva, también agitada de más por los que no saben disfrutar sin provocar jaleo. Fueron dos horas de euforia masiva y canciones abrasivas que acabaron cuando los carabineros decidieron que ya había sido suficiente, que tampoco es que Chile hubiera ganado la final de la Copa del Mundo, aunque lo pareciera. Hay unidad del país alrededor de La Roja, ahí nadie antepone su club o su región a su bandera y su selección. Y también mucho entusiasmo. De poco valió la sensación de fragilidad del equipo, sus agujeros en defensa, los apuros que la cenicienta fue capaz de provocarle pese a la salida efectiva y en tromba.

Chile decidió prescindir de la imagen y ser feliz por el resultado. Por el suyo propio y también por el que le regaló España un rato antes. Los goles de Holanda se corearon como si los marcaran Alexis Sánchez o Valdivia. Hay odio, enemistad, tal vez simple rivalidad. O ganas. Y a estas horas, convicción. Toda. Los jugadores, que además lo dicen, y su hinchada están seguros de que el tantas veces negado momento de tumbar a España ya ha llegado.

Se acabó el miedo. La primera fecha del grupo ha disparado decididamente la moral de los chilenos.