Road to Brasil

Allá vamos. No era un rival de enjundia (cuartomundista a priori, aunque luego se fajase con dignidad y bastante sentido de la competitividad), ni ayudaban la hora y un sol inhabitual en el fútbol de élite. Pero se trataba de empezar a tener sensaciones más firmes, revolucionar los biorritmos y sentir en nuestra epidermis que el Mundial está a la vuelta de la esquina. Y lo está, señores. El viernes ya tendremos un baile alejado de los juegos florales. Holanda, enfrente. La gran revancha de la final de Sudáfrica. Morbazo y tensión a cinco días vista. Antes de llegar a ese trance, nos despedimos del stage de Washington con un triunfo corto en guarismos y en emociones. Pero jugando ante El Salvador no se pretendía mucho más. Terminar sin lesiones y con el palmarés sin daños colaterales. 2-0 y todos a subirse al avión rumbo a Curitiba...

Baldomero. Cuando Henry (Hernández) rebañó correctamente a Diego Costa un balón cuando el partido estaba echando los dientes de leche, apareció el tal Baldomero Toledo para hacer una gamberradilla digna del Club de la Comedia. Se inventó un penalti hogareño, España tira mucho con su estrella mágica, y nos ofreció una golosina para evitar incertidumbres. Cesc, entre la mala conciencia y un ataque exagerado de fair play, optó por mandar la bola a las nubes de Washington. Si sale un pelín más alta, acaba en la Casa Blanca. Baldomero, que nació en Rancho Cocamunga (Condado de San Bernardino, California), donde no debe haber mucha competencia para hacerse árbitro de fútbol, se puso colorado al ver que Cesc corregía su desliz. Y respiró Henry, que me pareció un portero espléndido y fiable. A mí me gustan los palomiteros...

Diego Costa, ok. Lo primero, aplaudir su honestidad al afirmar sin titubeos en la víspera que él se siente brasileño y eso no va a cambiar nunca. Mejor ir de frente y ser legal para que nadie se monte películas absurdas. Pero él prometió que con La Roja irá a por todas y no especulará ni a la hora de coger mesa, desde hoy, en el desayuno de la concentración del Centro de Entrenamiento Alfred Gottardi ‘Cajú’. Aguantó 73 minutos sin romperse. La terapia ha funcionado mejor que en el Camp Nou y en Lisboa. La mejor noticia para el Caimán de Lagarto. Eso sí, al brasileño-hispano le va a costar estrenar su casillero goleador con España. Ya lleva dos partidos (el otro fue ante Italia) y no ha cantado gol todavía. Villa, su ya excompañero y amigo en el Atleti (desde ahora uno jugará en Londres y el otro en Melbourne) se le adelantó en el 1-0, previa asistencia espléndida de nuestro delantero de guardia vocacional: Sergio Ramos. El Guaje, que luego repitió para firmar su doblete, es el killer histórico de la Selección (¡van 58!) y en eso Diego es aún un becario. Pero que los marque ante Holanda, Chile y Australia. Ahí sí que tendrán un valor real.

El gran reto. Que yo sepa, ningún equipo europeo se ha llevado un Mundial celebrado en territorio americano (da igual norte que sur). Pues sería maravilloso reeditar título y encima poner la primer pica en defensa del honor del fútbol del Viejo Continente. Esta España es sobria, pausada y hasta previsible, pero no maneja grietas de agua ni situaciones fuera de control.

Que reine la paz. Un deseo y una exigencia. Que en Brasil se llenen las portadas con los golazos que veremos hasta el 13 de julio y se rebaje la tensión social. ¡Y que pongan de una vez los ladrillos que faltan!