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Del desconcierto al éxtasis y la justicia final

La cosa empezó mal. En el hotel sevillano en que me hospedo, a las 20:30, en la sala de la televisión, con un solo espectador, me dicen que no pueden conectar con TVE hasta que no acaben los toros. Me desconcierta. Resulta que era el hotel de los toreros. Voy a otro hotel. Igual desconcierto me causa el comienzo merengue. Es el Madrid de las noches tontas. Ausencia de las figuras, imprecisión, confusión en defensa en el gol que encajamos y un Atlético que se sube a las barbas.

En el descanso, soy un manojo de nervios, se me caen las gafas al water. Me entra la superstición y emigro a la carrera al Bar Atún, que me dicen tiene bastantes madridistas, para ver si se rompe el mal fario. En unos minutos la blandenguería se esfuma. El Madrid comienza a jugar, va dominando y acorrala a su rival durante muchos minutos. Finalmente se hace la justicia, por mucho que el Atleti mereciera ganar una Champions no habría sido justo, por lo visto en los 90 minutos. Ramos marcó un gol de oro en un minuto providencial.

En la prórroga, con el Atlético roto físicamente y no sé si moralmente, se intuía el desenlace. Bale se redimió no sólo de su impreciso partido sino de toda la temporada. Sus dos tantos trascendentales en Valencia y Lisboa casi justifican su increíble coste. Alguien tendrá que explicar por qué el Madrid cambió radicalmente tras el descanso y si los atléticos se quejan de algo, el penalti fue riguroso pero irrelevante. El resultado es abultado, pero el desenlace justo, muy justo.