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Lágrimas y cava

El llanto. Busquets se rompió (o lo rompieron) en la mitad de la segunda parte, cuando ya el Barça estaba cabizbajo. Su llanto en el banquillo representa muy gráficamente el resumen del año, que da para reflexión y para llanto, pero anoche sólo daba para llanto. Busquets ha sido el futbolista más regular (y más habitual) de esta Liga en la que la improvisación parecía una manera de ser. No había otra manera de dar por terminado este campeonato desgraciado que así, mostrando con lágrimas la melancolía, que debería afectar a todo el equipo (y a su junta directiva) pero que se hizo sólida (y acuosa) en la reacción de Busquets.

El cava. Ya merecía el Atlético de Madrid esta Liga, y los parabienes de la gente, los socios azulgrana incluidos; y anoche la ganó en buena lid, tras un esfuerzo que no estuvo exento de autoestima; luego del titubeo al que lo sometió el gol de Alexis, los atléticos recuperaron su fortaleza nerviosa y también su determinación táctica, que hubo de vencer bajas destacadísimas; sin Arda ni Costa, el equipo de Simeone dio una lección de peligrosidad que en el momento preciso, después del descanso, tuvo una recompensa que ahora es histórica y que sus aficionados, y sus futbolistas, recordarán toda la vida.

Respiración. Al Barça le costó respirar para ser el mismo Barça de otras temporadas. Como si le hubieran tapado la boca y tapiado el entendimiento, jugó a arañazos, conoció en Messi al más premioso de los Messi de estos años, encontró en Alexis un genio que se apagó en cuanto tuvo un destello, y alivió su apariencia con un Neymar que parecía venido del sol que más le calienta, la rabia. Y en un momento determinado uno y otro equipo se distinguieron por eso, por la rabia; pero la rabia del Barça se expresó a empujones emocionales, no había en esa manera de estar en el campo una organización, un objetivo; el objetivo, al contrario, era el miedo, a quedarse sin respiración y sin juego. La llegada de Xavi fue, para los nostálgicos como este aficionado, la señal de que quizá podía el Barça encarar el final con esperanza. El gol que no fue, el fuera de juego de Messi, nos hizo abrigar la alucinación de la posible remontada, pero después del abrazo en la grada infinita de las casas, cuando el árbitro declaró nula esa volea, la decepción volvió a ser parte de la vida. De ahí hasta el final volvió la impotencia frente a la perfectamente organizada defensa del Atlético.

Parodia. Me llamó Manuel Vicent tras el partido, mientras yo recogía estas notas decepcionadas, pero conscientes de que si no ganaba el Atlético este partido el Barça hubiera sido un campeón fraudulento. Y eso es lo que me dijo el autor de No pongas tus sucias manos sobre Mozart. Este Barça de ayer fue una parodia del Barça de Guardiola, una especie de espectro que se lanzó a jugar como si persiguiera su propia sombra, desde el portero, cuya inseguridad es lamentable en un equipo de estos bemoles, hasta el último delantero, que pudo haber sido cualquiera de todos los delanteros que estuvieron en el campo.

Imposible reconciliación. Los ratos de respiración categórica fueron muy pocos, y aún así la afición creyó (creímos) que era posible la reconciliación con el equipo. Duró poco la esperanza, tanto como la pelota y tanto como el suspiro de susto al que nos sometió con demasiada frecuencia hasta el atlético más cansado.