El Giro regresa a su espacio natural
Del frío y la lluvia de Irlanda, al sol y calor del sur de Italia. Los ciclistas lo agradecen, y también suspiran de alivio tras enterarse de lo que dejaron atrás. Nada menos que una bomba preparada para explotar al paso de la carrera. ¿Y qué hacían los ciclistas del Giro a 2.200 kilómetros de distancia de donde salen hoy? Pues tomar la salida, que las grandes vueltas tienen que cuadrar sus presupuestos e ir allí donde les paguen. Lo ha hecho el Tour, lo ha hecho la Vuelta y también el Giro en ocasiones anteriores. No es que parezca lógico ni hay razones deportivas que lo amparen. Es más, el ciclista se enfrenta a condiciones meteorológicas adversas que, en este caso concreto, no se daban estos días en Italia. Condiciones que pueden pasar factura.
El Giro ha sido piadoso y dispuesto para hoy una etapa cómoda, casi turística, a orillas del Adriático y de unas dos horas y media de duración. Para expulsar el frío, curar los catarros e ir preparando el cuerpo para cuanto se avecina. Será a partir de mañana cuando aparezcan las llegadas en alto, muy parecidas a las que tanto nos hacen disfrutar en la Vuelta. Llegadas nerviosas y con tramos en los que el porcentaje alcanza el 9%. Ahí no se ganará el Giro, pero sí comenzarán a abrirse las diferencias que indiquen con quiénes hay que contar. En la Vuelta del año pasado un tal Horner empezó a dejarse ver en las cuestas desde el primer día, y acabó siendo el ganador. O sea, que atentos. Los segundos no se pueden regalar a nadie.