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Waterloo vikingo. Recapitulemos. Si el Madrid hubiese ganado en el Bernabéu a un Valencia que no se jugaba nada, si hubiera derrotado al Valladolid en Zorrilla en el partido aplazado (¡los pucelanos perdieron ayer con el Betis!) y si hubiesen ganado en Balaídos a un Celta que sólo se jugaba el orgullo (el propio y el de Luis Enrique), ahora los de Ancelotti estarían liderando la Liga en solitario, con 91 puntos, y preparando los festejos en Cibeles para consumar el alirón el próximo sábado ante el Espanyol. Pero tras el homenaje al fútbol protagonizado en Múnich (jamás olvidaremos aquel 0-4 al Bayern) parece que el equipo se ha metido en un jacuzzi del que no hay manera de sacarlo. Se han desconectado, mental y físicamente. Se han mostrado en el campo como si sólo existiese la final de Lisboa y que lo demás es esa guarnición que a menudo nos sobra cuando pides un buen chuletón de buey. La Liga estaba ahí, diciéndonos “cómeme”. Barça y Atleti, para más inri, se empeñaron en ver al Madrid junto a ellos hasta la última recta. Pero tirando siete puntos de nueve en ocho días es imposible. Una pena.

Furia celeste. El Celta se aprovechó de la empanada de un rival al que le faltaban de salida ocho de los once titulares de Lisboa (Casillas, Carvajal, Pepe, Coentrao, Di María, Bale, Benzema y Cristiano). La falta de intensidad se palpó en los goles de Charles, uno facilitado por el exceso de confianza de Ramos y el segundo por una cesión suicida de Xabi. Dos jugadores impecables que siempre mueren por este escudo. Si ellos erraron, imaginen el resto. Tampoco ayudó que el árbitro se comiese un penalti de libro sobre Modric (iban 1-0). Normal. Lo de siempre desde hace años. No lloro. Sólo constato...

Tuit motivacional. Las redes sociales también sirven para ayudarte en momentos de zozobra. Uno recordaba que en 1966 ganó Austria el Festival de Eurovisión, que el Atleti conquistó la Liga, que el Betis bajó a Segunda, que el Depor subió a Primera y que el Madrid logró la Copa de Europa. Me aferro a esa posibilidad del maravilloso pasado para verme en Lisboa celebrando la 9+1 y curando todos los males de esta deprimente recta final liguera. Eso sí, en 1966 el austriaco que ganó no se llamaba Conchita, sino Udo Jürgens. ¡Y no tenía barba!

Al loro... que no estamos tan mal, como dice mi amigo Eduardo, de la Peña de Cee. El año de la Séptima (1998), en Liga acabamos cuartos (¡a 11 puntos del Barça!). En la Octava (2000), el Madrid fue quinto, peor todavía, con sólo 62 puntos y a siete del campeón Deportivo. Y en la Novena (2002) acabó la Liga tercero, a nueve puntos del Valencia. O sea, que siguiendo esa inercia histórica lo normal es ganar la Champions al Atleti en Lisboa. Con la Décima, nadie se acordará de este doloroso estropicio...