Fútbol y la maldición del ajedrez
El poeta Julio Llamazares, ajedrecista también, me decía, mientras veíamos el carrusel televisivo y radiofónico en el que se contaba la agonía de esta Liga loca, que en el ajedrez lo más difícil es ganar una partida que ya tenías ganada. Al Barça le ofreció la realidad una ocasión que parecía un dibujo del cielo, un regalo de los Reyes Magos. Enfrente, los que estaban llamados a ganar, Madrid y Atlético, imitaron de manera suicida a los azulgrana indecisos y el Barça se imitó a sí mismo; fabricó un partido que parece el resumen de su trayectoria esta temporada.
La primera parte parecía un precipitado de su genio, y la segunda se plegó como una nube sobre sus futbolistas; en el graderío azulgrana (en el que estamos también los que oímos y vemos en casa los partidos) ocurrió algo que es más lamentable aún que el empate: el deseo de que el partido acabara para que antiguas supersticiones nacidas en los últimos minutos no le diera la victoria al Elche. La agonía es ahora, otra vez, presente. Lo que ocurra en el último partido certificará una Liga en positivo o en negativo; pero basta ver en vídeo el partido en el que el Elche lo puso cuesta arriba para saber qué Barça es el que espera a que acabe el año para sentir que valió la pena aguardar hasta el final. El Atlético sólo necesita empatar. El Barça no esperaba nada. Ahora es cuando se pone en marcha la maldición del ajedrez: el que más tiene que ganar, el Atlético, estará ahora más cerca de ese miedo que el equipo de Martino.